Milei extiende su impronta a la asistencia social: del edificio con el mural de Evita a una mansión en Recoleta
Cuentan quienes participaron en la transición del gobierno de Alberto Fernández al de Javier Milei que, entre fines de noviembre y principios de diciembre, Sandra Pettovello pidió conocer la antigua y elegante mansión de Carlos Pellegrini y Juncal, y que el flechazo fue inmediato.
Apenas asumió el nuevo gobierno de la Libertad Avanza, en uno de sus decretos sobre los nuevos organigramas que publicó el Boletín Oficial se informó que la vieja casona pasaba a la órbita de Capital Humano. Es la cartera en la que Pettovello concentra, como ministra, un fuerte poder al absorber lo que fueron los ministerios de Educación, Trabajo y Desarrollo Social.
De esta manera, Pettovello rechazó no sólo de manera arquitectónica el emblemático edificio de las avenidas 9 de Julio y Belgrano con icónico mural de Evita Perón, donde semana a semana se concentraron todos estos años los movimientos sociales pidiendo más planes sociales.
Al elegir la mansión del Bajo Porteño, corazón de Recoleta la ministra también imprimió un concepto del mileismo sobre la ayuda social: distancia, ajuste y mano dura hacia la presión que los líderes piqueteros ejercieron a la par de un poder que creció con el kirchnerismo y el aumento de la pobreza.
La mansión en la que ahora funciona el Ministerio de Capital Humano es una de las varias joyas que levantó el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, cuyo sello creativo también está en los cementerios de Chacarita y Recoleta, en el mercado de San Telmo, y en los hospitales Italiano, Rivadavia y Ramos Mejía. Otra Argentina.
Pero la Casona de Carlos Pellegrini 1285 es un caso emblemático de la Argentina cambiante y de gastos millonarios en proyectos que se hacen y se deshacen según los tiempos políticos. Porque fue de uso militar como civil. Cristina Kirchner y el camporismo la tomó para la militancia y el culto a Néstor Kirchner y la izquierda regional mientras que el macrismo, y ahora el mileismo, le lavaron la “cara” con profundos cambios de funciones y una estética sin personalismos.
De estilo francés, y tres plantas en 680 metros cuadrados fue construida entre 1911 y 1912 para la Familia Martínez. Inicialmente sólo contenía el edificio original de Pellegrini 1285 y en 1919 la ampliaron para la familia Bercetche, incorporando al terreno la esquina. Según la historia oficial, la Familia Salaberri, la donó al Estado en 1938 y su función inicial fue la de servir primero como Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Para 1958 comenzó a funcionar ahí el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.
Entre otras cuestiones en la mansión se resolvían los juicios a militares en su primera instancia, y la Casona. Tuvo múltiples usos sobre causas en torno al conflicto entre azules y colorados, la guerra de Malvinas y los alzamientos carapintadas. Afirman que allí transitó el ex periodista Jacobo Timerman durante la dictadura militar.
Y despues de muchos otros usos, hasta que en 2010, se destinó el edificio a quien fue el primer secretario general de la extinta Unión de Naciones Suramericanas, Néstor Kirchner.
Al morir el ex presidente, Cristina inauguró la "Casa Patria Grande Néstor Carlos Kirchner” y buscó hacer de ella uno de los tantos lugares de culto a la figura del ex presidente.
Para el caso, la estética más emblemática fue la del gran mural en el que se veía un gigante Kirchner tomado de la mano de Cristina, de Lula da Silva, de Fidel Castro y Hugo Chávez de un lado, y del otro, de la mano de Evo Morales y Rafael Correa.
A cargo del ex secretario general de la Presidencia Oscar Parrilli, ex jefe de los espías y ladero de Cristina, la Casa recibió un importante gasto en refacción. Como contó el periodista de Clarín Pablo Blanco en una extensa historia de la Casona, Kirchner tuvo allí una amplia oficina en el primer piso re acondicionada a nuevo para su comodidad. Tenía “un amplio despacho con balcón, un vestidor completo, baño privado con ducha y un ascensor reservado que conectaba directamente con el garaje”. Nunca la usó.
Había cuadros de todos los líderes de la izquierda latinoamericana en todos los pisos de la casona que dirigió el camporista Pablo Vila, que años más tarde fue nombrado embajador en Honduras de Alberto Fernández. Se hacían talleres, se brindaba educación K con una visión siempre idealista de las dictadura de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Hubo reuniones, actos, presentaciones de libros y fotos por doquier.
Bajo la presidencia de Mauricio Macri, el lugar fue rebautizado como "Casa Creativa del Sur". Allí funcionó la Subsecretaría de Economía Creativa, el Ministerio de Cultura , que impulsó "proyectos culturales innovadores" y además de descolgar todos los cuadros de los ex presidentes de la izquierda latinoamericana taparon por completo el mural de la entrada conviritiendo al lugar en un centro por completo distinto al de los K.
En 2020, Alberto Fernández decidió relanzar la Casa Patria Grande y la puso bajo la dirección del dirigente Matías Capelutto y a su vez bajo la Secretaría General de la Presidencia de la Nación, que llevaba Julio Vitobello. Fue un organismo desconcentrado que conservó el objetivo el objetivo latinoamericanista del kirchnerismo.
Pero nunca volvió a ese “objetivo original”. No hubo ni culto a Nestor y Cristina Kirchner. Tampoco a Castro, Lula, Chávez, Correa, Morales. Ahora, apareció Pettovello, dispuesta a barrer cualquier vestigio de la Casa Patria Grande.
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