El objetivo cumplido de la Selección de Mascherano se clasificó para los JJOO de París

Finalmente el Sub 23 consiguió la clasificación para los JJOO de París. Para conseguir el objetivo le tuvo que ganar un complicadísimo partido a un desteñido Brasil, que jugó un partido para el olvido.

El título de esta noche agrega al concepto de “objetivo cumplido” una expresión entre paréntesis que dice “de mínima”. Y decimos que es de mínima porque, lamentablemente, y pese a tener un plantel de muy buenos jugadores, la Selección jamás pudo entregar una imagen consistente, de equipo inteligente y mucho menos audaz. El seleccionado que dirige Javier Mascherano tuvo serios inconvenientes para asumir un rol protagónico y definir una identidad.

Y esos problemas tienen dos responsabilidades:

1)   Algunos jugadores tuvieron un bajo nivel individual: Brey (salvo con Brasil en donde tapó dos pelotas increíbles cuando el partido estaba 0-0), Valentini, Cristian Medina, Barco y Santiago Castro, por ejemplo.

2)   El entrenador jamás definió una idea de juego. Y lo que nos más grave: armó esquemas que ya poco tienen que ver con la dinámica del fútbol moderno (muchos jugadores en roles posicionales) y, lo que parece aún más grave, seleccionando a los futbolistas equivocados para ser titulares.

El caso del partido con Brasil fue increíble.

Mascherano puso otra vez a tres volantes de contención clonando posiciones y obligaciones.

Sforza jugó bien, pero le sobraban Ezequiel Fernández y Cristian Medina.

Ezequiel Fernández también jugó bien, pero le sobraban Sforza y Cristian Medina.

Y Cristian Medina, además de jugar mal por lo que debería haber sido cambiado en el entretiempo, también le sobraban Sforza y Ezequiel Fernández.

Otra vez dejó en el banco de suplentes a Claudio Echeverri en un partido que tenía que ganar sí o sí, en otra determinación insólita. Recién lo puso a los 30 minutos del segundo tiempo por Medina en un cambio que se pedía a gritos desde el minuto cero del partido.

Sacó a Solari de la banda (lo dejó en banco) y puso en ese lugar a Santiago Castro, que tiene menos desborde que quien escribe estas líneas. Eso hizo que Gondou no recibiera nunca la pelota de frente al arco. La única que le tiraron, a los 32 minutos del segundo tiempo (un centro de Barco) terminó en gol.

Y por último, cuando el negocio estaba en sostener la pelota con buen pie, metió al equipo atrás al hacer entrar a Aarón Quiros por Gondou los últimos 9 minutos de partido.

Y ni siquiera menciono que sólo hizo tres cambios y no hizo entrar en los últimos dos partidos a Baltasar Rodríguez, uno de los mejores de todo el plantel.

A pesar de todo lo dicho, Argentina le ganó merecidamente a Brasil, que es un equipo también plagado de figuras pero sin nada nuevo bajo el sol y con una endeblez espiritual francamente llamativa. Lo de Brasil, por momentos, dio pena.

Ahora es el momento de prepararse para ir a los JJOO. Esperemos que Mascherano siga al frente del equipo. Se lo merece por haber conseguido la clasificación. Y esperemos también que repase algunos conceptos de cómo se juega al fútbol hoy para actualizarse.

Que mire mucho al Liverpool, al Manchester City, al Real Madrid, al Bayern Munich o al Bayern Leverkusen. Y si le da fiaca, que vea qué hace Scaloni en la Selección, algo que le queda más cerca. Porque con el sistema que implementó hasta acá, no va para ningún lado. Jugar con tres volantes centrales ya está fuera del mapa del fútbol. Eso no lo hacía ni Bilardo en los 80s, que incluía a Miguel Russo, Ponce, Sabella y Trobbiani. O sea, uno que defendía y tres que jugaban. Pero si en cambio de ingesa con tres que defienden (Sforza, Medina y Fernández) y uno solo que juega, por más bueno que sea (Almada) el resultado es el que ya vimos: un equipo que puede ganar, perder o empatar pero que nunca va a marca un diferencial respecto de sus adversarios cuando tiene suficiente material como para hacerlo. Y lo que es peor aún, es que es un equipo sin identidad porque es un híbrido con poca gracia.

Mascherano, por fin consiguió un resultado para quedarse tranquilo. Ahora lo que debe hacer es limpiar se pizarra y abrir los libros para entender mejor cómo se juega al fútbol en 2024.

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